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24 -- Alimento ensuciante


Es sencillo confirmar objetivamente la visión de Seignalet: el ensuciamiento y el colapso tóxico están generados por la moderna alimentación. Por ello resulta clave entender para qué alimento ha sido diseñado originalmente nuestro organismo.

Siguiendo el ejemplo del automóvil, cuando adquirimos un vehículo, recibimos las indicaciones del combustible para el cual ha sido diseñado y construido el motor. A nadie se le ocurriría colocar nafta en un motor diesel, o kerosén en lugar de nafta, ya que el motor comenzaría a fallar y se carbonizaría.

Pero frecuentemente, por falta de un “manual de instrucciones”, hacemos eso con nuestro cuerpo… y con un agravante. Si usamos el vehículo con combustible inadecuado, nos damos cuenta rápidamente: hacemos limpiar el motor, cambiamos el combustible y entonces todo vuelve a la normalidad. En cambio con el cuerpo, no relacionamos las fallas con el combustible incorrecto, y seguimos…

Podemos afirmar que un alimento fisiológico es aquel que nutre, vitaliza y depura, sin generar ensuciamiento. En contrapartida, resulta obvio que el alimento moderno:

- No es fisiológico y no se digiere correctamente
- Genera excesos y carencias nutricionales
- Consume energía y no proporciona vitalidad
- Es adictivo y difícil de dejar
- Genera mucha toxemia y ensuciamiento crónico

El grado de eliminación de estos alimentos de nuestra rutina diaria, será directamente proporcional al beneficio depurativo que pretendamos lograr. No por caso estamos mal y no por caso los alimentos ensuciantes representan la base de nuestra moderna dieta industrializada: los consumimos en grandes volúmenes, los 365 días del año y muchas veces al día. La decisión (y el beneficio) está sólo en nuestras manos (y bocas).

En primer lugar pasaremos revista a aquellos alimentos ensuciantes, que deberíamos descartar de nuestra ingesta diaria o al menos reservarlos para excepciones (fines de semana o eventos sociales); no es importante la excepcionalidad sino la cotidianeidad de su ingesta.

Refinados industriales (azúcar blanca, harina blanca, arroz blanco, aceites refinados, sal refinada, etc) y los alimentos que los contienen (alimentos industrializados, gaseosas, panificados, copos de cereales, golosinas, productos lights…)

Margarinas (aceites vegetales hidrogenados) y los numerosos productos masivos que los contienen (helados, lácteos, golosinas, papas fritas, panificados…)

Almidones mas procesados (harinas y féculas sin la correcta humectación, cocción y masticación), fundamentalmente maíz pampeano y trigo (híbridos y transgénicos)

Soja en forma de porotos, harinas, texturizados, aceites refinados, proteína aislada o jugos (leche de soja); existe profusa evidencia científica de los problemas que ocasiona su consumo regular.

Alimentos cocinados por encima de los 100°C (punto de ebullición del agua), dada la generación de compuestos artificiales (cancerígenos y mutagénicos) y la reacción defensiva que realiza el cuerpo (leucocitosis prandias)

Edulcorantes, conservantes y aditivos sintéticos, y los numerosos alimentos de uso masivo que los contienen, dado que “engañan” al cuerpo (provocan hipoglucemia y obesidad), inhiben la química corporal (flora, hígado) e intoxican

Productos animales de cría industrial (feedlot, estabulación, piscicultura en piletas, pollos de jaula…) incluidos lácteos y sus derivados

Si bien los fundamentos de la problemática de los lácteos exceden el marco de esta obra [si desea, solicite por mail material referido al tema], hemos visto a lo largo del libro muchas objeciones a su uso, por distintos motivos. A modo de resumen podemos decir que su ingesta genera evidentes perjuicios: agotamiento inmunológico, desorden mineral y hormonal, reacciones alérgicas, daños circulatorios, congestión mucógena, desequilibrio de flora y mucosa intestinal, estreñimiento, consumo adictivo y sobre todo, toxemia corporal.

En contrapartida, los lácteos no aportan nutrientesesenciales”. El solo hecho de experimentar con 15 días de abstinencia total (tranquilos, nadie se muere ni pierde los dientes por ello!), y su posterior reintroducción, nos permitirá obtener una respuesta absolutamente personalizada e inequívoca de nuestro organismo.

Además de evitar el tabaco (cuyos daños corporales son por demás conocidos) y el alcohol, en un proceso depurativo resulta esencial prescindir de muchos fármacos aparentemente inofensivos y hasta socialmente vistos como necesarios. Nos referimos a antibióticos, antiácidos, antiinflamatorios, analgésicos, etc. Los efectos secundarios de estos productos son numerosos. Fundamentalmente afectan el equilibrio de la flora y la mucosa intestinal, deprimen la inmunología e inhiben la síntesis de nutrientes claves para la química corporal. Quedan fuera de esta consideración, las medicaciones específicas de tratamientos convencionales.

Extraído del libro "Cuerpo Saludable"-Nestor Palmetti