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25 -- Alimento fisiológico


Respetando el diseño biológico

Es sencillo confirmar objetivamente la visión de Seignalet: el ensuciamiento y el colapso tóxico están generados por la moderna alimentación. Por ello resulta clave entender para qué alimento ha sido diseñado originalmente nuestro organismo.

Podemos afirmar que un alimento fisiológico es aquel que nutre, vitaliza y depura, sin generar ensuciamiento. Seignalet lo definía como aquel alimento adaptado a nuestro sistema digestivo originario. En este sentido se hace necesario comprender a que diseño original corresponde nuestra fisiología.

En la Naturaleza terrestre existen animales con diferente estructura alimentaria: carnívoros (felinos), herbívoros (vacas), frugívoros (chimpancés), omnívoros (cerdos)... En cada caso, los organismos están naturalmente adaptados para el procesamiento de su alimento básico y natural. Estructura dentaria, tipo de estómago, longitud intestinal, fluidos digestivos, enzimas… todo obedece a una razón de perfecto diseño evolutivo.

SOMOS MONOS ADAPTADOS

Respecto a los animales antes mencionados, los modernos estudios de secuencia genómica han confirmado una relación tan estrecha entre chimpancés y humanos, que los investigadores piden que se reclasifique al chimpancé como parte de la familia del humano, en el género homo. Apenas el 1% de los genes nos diferencian del mono, aunque recientes estudios consideren alguna diferencia mayor, lo cual no invalida nuestra similitud fisiológica.

Ahora bien, los monos poseen una incuestionable naturaleza frugívora. La dieta fisiológica de los chimpancés se basa en frutas, hojas, semillas, raíces, tubérculos, insectos…, todo crudo. Para estos alimentos están diseñados su sistema digestivo, sus secreciones gástricas, sus enzimas, sus mucinas intestinales...

Investigaciones sobre glándulas del tubo digestivo (Sappey) e intestinos (Metchnikoff) confirman la similitud fisiológica entre nuestro organismo y el de los “hermanos” chimpancés. Por ello resulta obvia nuestra naturaleza frugívora.

Es obvio que fisiológicamente no somos omnívoros o carnívoros. Estos animales están dotados de fluidos digestivos especiales (saliva ácida, secreciones gástricas 10 veces más abundantes, más enzimas hepáticas detoxificantes) e intestinos cortos (3 veces el tronco) para desprenderse velozmente de los desechos tóxicos que genera su alimento natural y fisiológico (la carne), rápidamente putrescible. Tienen un aparato mandibular capaz de moler huesos: el carbonato de calcio y el magnesio allí presente, les permite neutralizar la acidez de la carne y sus residuos tóxicos.

Los humanos no tenemos colmillos ni garras, por lo cual somos incapaces de cazar grandes presas sin el auxilio de armas. Es por ello que los animales “proveedores” de carne no temen a un humano desarmado, al no considerarnos naturales predadores. No somos veloces sino más bien ágiles, no tenemos vista y olfato desarrollados, y naturalmente nos impresiona la sangre.

Tampoco podemos considerarnos herbívoros, ya que el exclusivo consumo de hojas requiere un aparato digestivo especializado en el procesamiento vegetal (cuba de fermentación, estómago con cuatro cavidades, capacidad de rumear, etc). Dicha estructura la poseen animales como la vaca, pero no los humanos.

En cambio poseemos características propias de animales frugívoros: manos para recoger frutos, mandíbulas débiles, caninos poco desarrollados, incisivos para morder frutos, molares para moler semillas y granos, saliva alcalina para desdoblar almidones, estómago débil y poco ácido, ausencia de enzimas para neutralizar sustancias provenientes de la descomposición de animales muertos (cadaverina, putrescina) y sangre ligeramente alcalina.

A nivel intestinal, nuestro diseño biológico prevé un intestino grueso de gran capacidad, que recoge los desechos de difícil digestión (celulosa, lignina) para su aprovechamiento final en un ambiente naturalmente ácido. Justamente los desechos de granos, raíces, frutos y semillas, que estimulan el movimiento peristáltico del bolo alimentario, generan ácidos (carbónico, láctico, acético).

En cambio, la carne no tiene fibra (el intestino de los carnívoros no requiere estímulo peristáltico por parte del bolo) y no deja residuos indigeribles: su transformación microbiana genera compuestos alcalinos (amoníaco y otras bases). Las deposiciones de los carnívoros son escasas y malolientes, mientras que los frugívoros tienen evacuaciones abundantes e inodoras.

ADAPTACIÓN NO ES NORMALIDAD

A causa de cambios ambientales y por cuestiones de supervivencia, el hombre en su evolución tuvo que aprender a convivir con alimentos de origen animal y con la cocción de los alimentos. Sin embargo esta experiencia es tan reciente en términos evolutivos, que no ha habido tiempo de generar los necesarios cambios en nuestra fisiología corporal. Y por tanto no podemos hablar de normalidad. Es como considerar “normal” al canibalismo, porque ciertos grupos pudieron sobrevivir gracias a sus pares.

El ser humano está inmerso en un proceso evolutivo y de aprendizaje. Simplificar, pensando que antes todo era mejor, es poco sensato. Es cierto que en el pasado no había problemas tecnológicos y el hombre tenía acceso a alimentos más puros y naturales. Pero también había carencias, excesos y desconocimiento.

Las antiguas escuelas griegas, egipcias, chinas e hindúes, y luego la vieja escuela naturista, tuvieron conceptos claros respecto al tratamiento de los problemas de salud. Enfermedades y pandemias no son exclusividad de nuestro modernismo. La longevidad y la buena calidad de vida no era moneda corriente y se limitaba a pocas personas, a ciertas culturas y a determinados estratos sociales.

La historia recoge, tanto testimonios de pueblos con baja expectativa de vida, como de etnias que superaban regularmente la centuria en óptimo estado. Generalmente la bonanza económica nunca iba de la mano con la salud y la longevidad.

Sin embargo, hay algo nuevo que estamos experimentando como especie. Es algo sin precedentes y con terribles consecuencias: la moderna alimentación industrializada, tema que desarrollaremos en el próximo capítulo.

UNA EXPERIENCIA INÉDITA Y FUGAZ

Somos las primeras generaciones que nos vemos enfrentadas a una experiencia inédita y fugaz en el proceso evolutivo del ser humano.

Por tanto, estamos obligados a comprender en profundidad lo que nos está ocurriendo globalmente, a fin de de bucear en nuevos abordajes que nos brinden soluciones coherentes, efectivas y evolutivas.

Estimativamente, hace unos 5 millones de años aparecen los homínidos sobre la faz del planeta y allí se inicia un largo camino evolutivo que nos conduce hasta nuestros días. En semejante proceso, ¿qué puede ser considerado lejano o fugaz? ¿Qué es antiguo o moderno?

Por cierto, resulta difícil visualizar y concebir un período de tiempo tan extenso. Tal vez pueda ayudarnos el hecho de relacionar el proceso evolutivo humano con un año calendario de 12 meses, o sea los 365 días que manejamos cotidianamente.

El consumo de la carne, como mecanismo de supervivencia frente a carencias y carestías, es un hábito datado hace unos 2 millones de años. Y no es que el hombre comenzó con “asados a la parrilla”, pues no dominaba el fuego. En los inicios se limitaba a pequeñas presas y a las “sobras” que dejaban los animales cazadores. Es decir que consumía carne cruda y generalmente descompuesta, al mejor estilo de los animales carroñeros.

El uso del fuego y la cocción de los alimentos, es un hecho que apareció hace unos 300.000 años y modificó sustancialmente las posibilidades de supervivencia del hombre, permitiéndole acceder a otras fuentes alimentarias con las cuales nutrirse.

Otro fenómeno trascendente fue la aparición de la agricultura, que permitió estabilizar la disponibilidad y los ciclos de los alimentos. Contemporáneamente se generó la actividad pastoril y ganadera, otra importante modificación cultural y de hábitos alimentarios. Ambas actividades tienen unos 8.000 años de antigüedad.

Por su parte, hace apenas 80 años apareció con gran furor la industrialización de los alimentos, lo cual implicó otro violento cambio de formas y culturas nutricionales. El impacto del alimento industrializado provocó cambios radicales en la disponibilidad y el almacenamiento, lo cual modificó y globalizó las diferentes culturas alimentarias.

Estos grandes hitos se vuelcan en el siguiente cuadro, relacionando dichos sucesos, con el año calendario que sugerimos como marco de referencia. Supongamos que es el 1º de enero de este hipotético año calendario referencial, cuando aparecen sobre la tierra los homínidos, que se alimentaban de frutos, raíces y semillas.

HECHO OBJETIVO

AÑOS REALES

RELACIÓN CON UN AÑO CALENDARIO DE 365 DÍAS

Homínidos

5.000.000

1º de enero

Carne cruda

2.000.000

10 de agosto

Cocción

300.000

9 de diciembre

Agricultura

8.000

31 de diciembre - 10 hs

Industrialización

80

31 de diciembre - 23h 52m

Hoy

0

31 de diciembre - 24 hs

En esta escala, vemos que el consumo cárnico (en crudo) asoma el 10 de agosto. Por su parte la cocción de los alimentos recién “aparece” el 9 de diciembre, a 22 días de concluir el período patrón. ¿Y la agricultura? El 31 de diciembre, a las 10 de la mañana, apenas a 14 horas de finalizar el año. ¿Y la industrialización? Sólo 8 minutos antes que “suenen los pitos de fin de año”.

Dicho de otro modo, todos los grandes eventos que modificaron nuestra relación con el alimento aparecen en la última semana de todo un año de evolución. Teniendo en cuenta que nuestro ADN no ha cambiado sustancialmente en todo este lapso evolutivo, es bastante claro entender que, como especie, estamos frente a una experiencia inédita y fugaz. Se estima que las mutaciones como fenómenos positivos de adaptación evolutiva, requieren unos 100.000 años.

Y si los miles de años de convivencia con cárnicos, lácteos y cocidos son relativamente “recientes”, ¿qué podemos decir de las brutales transformaciones agrícolas e industriales del último siglo? Las violentas mutaciones en los cultivos y en los procesos de elaboración a gran escala, han generado cambios tan drásticos, que nuestras enzimas y mucinas digestivas todavía no han logrado adaptarse a los cambios.

Un ejemplo de este tipo de cambios en el reino animal lo tenemos con los alimentos balanceados, que tantas enfermedades generan en la crianza industrializada y en las mascotas domésticas. Es más, el caso de las “vacas locas” es una clara demostración de las consecuencias generadas por alimentar a un herbívoro con proteína animal.

¿Qué significa esto? Que todo alimento apartado de nuestro diseño fisiológico, representa un problema extra para nuestro sistema digestivo y depurativo. Esto no quiere decir que “no podamos consumirlos”; solo indica que estarán demandando al organismo una exigencia extraordinaria y no prevista. Y esta continua exposición llevará inexorablemente al desorden y la enfermedad.

Por una cuestión lógica, el problema se magnifica cuando nuestra alimentación se basa por completo en alimentos “no fisiológicos”. Y es algo muy frecuente hoy día. Es más, hay gente que posee tal desorden en su estructura digestiva, que rechazan o sienten aversión por frutas y verduras, a las cuales no logran digerir correctamente!!!



[1] Investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta (EEUU), compararon el ADN de seres humanos y chimpancés, demostrando que compartimos genomas extremadamente similares. Solo el 1% de nuestros genes nos diferencian. BBC Ciencia, 24/1/06.
[2] Aparición del Ardipithecus ramidus, homínido que habitaba los actuales territorios de Kenia, Etiopía y Nigeria - R.F.Kay, Diet of early Miocene hominoids, Nature 1977.
[3] K.Milton - Nutritional characteristics of wild primate foods: do the diet of our closets living relatives have lessons for us? Nutrition 1999.

Extraído del libro "Nutrición Depurativa"-Néstor Palmetti