Alimentos que matan, alimentos que curan
Como órgano responsable de la vitalidad corporal, el hígado se ve favorecido por la ingesta de alimentos vivos; por el contrario, los alimentos muertos representan una carga tóxica. Por alimentos vivos entendemos frutas y verduras frescas, semillas germinadas (brotes) o fermentados (chucrut, miso, salsa de soja, kéfir, pickles en salmuera). En los alimentos fermentados, es fundamental que no hayan sido alterados por conservantes o procesos de pasteurización, en cuyo caso pasan al bando opuesto.
En el grupo de los alimentos muertos están: los refinados de todo tipo (azúcar blanca, sal refinada, harina blanca, aceites industriales), el alcohol y las sustancias sintéticas (margarinas ó aceites hidrogenados, vitaminas, saborizantes, colorantes, conservantes). Resulta sencillo imaginar el daño que genera, sobre todo en los niños, la abundante y periódica ingesta de gaseosas y jugos industriales, compuestos totalmente por sustancias muertas (azúcar, edulcorantes, acidificantes, colorantes, conservantes, etc).
El tema de los conservantes es gravísimo en la función hepática, pues precisamente el poder inhibitorio que los hace útiles para la preservación de alimentos, interfiere seriamente en los numerosos y vitales procesos enzimáticos que todo el tiempo realiza el hígado.
Además, los conservantes son ingeridos en cantidades elevadas y con gran regularidad, pues están presentes en todos los alimentos industriales de consumo masivo. Por lo tanto, es muy importante para el hígado, el efecto benéfico de las enzimas alimentarias, localizadas en vegetales crudos, fermentados y germinados.
Otros alimentos especialmente perjudiciales para la función hepática, son los lácteos vacunos y el trigo. Los numerosos factores que se analizan en “Los alimentos suma”1 y el exuberante consumo al que nos vemos expuestos, terminan repercutiendo sobre la delicada trama de quehaceres a cargo del hígado. Con la complicidad de la mucosa intestinal permeable, el hígado debe lidiar con sus aportes tóxicos y reactivos: proteínas antigénicas (detonantes de alergias), hormonas sintéticas, carga tóxica,
Una sustancia útil para el hígado es el ácido láctico, elemento resultante de muchos procesos ancestrales de conservación de alimentos: los fermentos. Un gran generador de ácido láctico es el repollo blanco encurtido en sal y su forma más conocida es el tradicional chucrut de
Muchas hortalizas pueden fermentarse y resultar así un interesante aporte alimentario y terapéutico para la función hepática, por su contenido en ácido láctico, enzimas y vitaminas. En el apéndice se ilustran una serie de técnicas sencillas para generar eficientes fermentaciones caseras.
Además del repollo, las mejores hortalizas para el hígado son: zanahoria, alcaucil, escarola, endibia, apio, rabanito, bardana, nabo, remolacha y las hojas verde oscuras (diente de león, achicoria, perejil, berro, espinaca). Como veremos en las hierbas, debemos preferir siempre aquellas verduras de sabor amargo, que benefician particularmente al hígado.
Entre las frutas favorables a la función hepática podemos citar: uva, ciruela, manzana (sobre todo las verdes), palta, cítricos (limón, lima, naranja, pomelo) y frutos de bosque (frutilla, arándano, frambuesa, mora, cereza). El azúcar de las frutas, la fructosa, se metaboliza en el hígado y colabora en su depuración.
No debemos confundir al azúcar de la frutas con el nocivo jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), edulcorante refinado obtenido por hidrólisis del almidón. Debido a la errónea asociación, mucha gente cree que el JMAF es saludable, e incluso se lo recomienda a diabéticos. Pero la realidad es muy distinta. Cuando comemos fruta, la fructuosa ingresa al cuerpo acompañada de fibra y otros componentes de la fruta, que amortiguan su paso al flujo sanguíneo.
Al consumirse el JMAF refinado, no existe tal amortiguación y se genera una rapidísima absorción a nivel celular. Esto lo convierte en una fuente incontrolada de carbono, que a su vez se transforma en colesterol y triglicéridos, generando “hígado graso”2. Otro problema es que la ingesta del JMAF no activa los controles cerebrales de saciedad (como ocurre con otros azúcares), por lo cual su consumo genera más apetito.
Otro alimento benéfico para el hígado es la miel de abejas, dado que estimula su metabolismo y su capacidad depurativa. La miel se utiliza en la recuperación de cirróticos y alcohólicos; asimismo se aconseja luego de haber consumido mucho alcohol, para mitigar la resaca. El néctar de las abejas aporta su riqueza en fructosa, microminerales (unos 30 oligoelementos), aminoácidos (17), ácidos orgánicos, acetilcolina, enzimas, vitaminas y antioxidantes.
Para el hígado también son importantes los alimentos ricos en cromo, mineral traza clave en la función hepática y carente en la moderna alimentación refinada. Su escasez desestabiliza el control del azúcar en sangre, la eficiencia de la insulina y el equilibrio del colesterol. Son buenas fuentes alimentarias: la levadura de cerveza, el cacao amargo, el azúcar integral de caña, la miel de abejas, el centeno integral, el germen de trigo, las cebollas…
El rubro grasas es clave en la función hepática, siendo el órgano encargado de su metabolismo. Si bien el tema lo profundizamos en “Grasas Saludables, digamos aquí que el hígado depende de la provisión externa de los ácidos grasos esenciales, así llamados al no ser sintetizados en el organismo. Estos AGE (omega 3 y 6) son claves en el metabolismo hepático y están presentes en las semillas y/o aceites de lino, chía, girasol y sésamo, el aceite de soja, el germen de trigo y las nueces.
En el caso de aceites, resultan fuentes útiles solo aquellos de presión en frío y no refinados. Cita especial para las aceitunas y el aceite de oliva de primera presión en frío, que aunque no contienen AGE, son saludables y base de una de las técnicas depurativas.
Siguiendo con las grasas, veamos aquellas inconvenientes para el buen funcionamiento del hígado y decididamente desaconsejables en un proceso depurativo. Ya nos referimos a las nefastas margarinas (aceites vegetales hidrogenados) como producto sintético, absolutamente privo de vitalidad e intoxicante del organismo todo.
Luego debemos citar a las grasas saturadas, sobre todo aquellas provenientes de animales de cría industrial, que incluyen alto contenido de antibióticos, hormonas sintéticas y metales pesados. En este rubro se encuadran los lácteos y sus derivados, que además reciben el aporte de conservantes y aditivos químicos de síntesis.
Por último debemos citar las frituras, generalmente realizadas con aceites de pésima calidad y escasa renovación, que recargan la función hepática con compuestos tóxicos y mutagénicos. Estos mismos compuestos se generan en todos los procesos de cocción que superan los 100º de temperatura (horno, grillado, presión, etc).
[1] Ver libro “Nutrición Depurativa”
[2] Investigadores de EEUU consideran al JMAF como la principal causa de hígado graso en ese país y tal vez la mayor razón del aumento de colesterol de los últimos 20 años. Ver libro “Ultra metabolismo” del Dr. Mark Hyman (Editorial Norma).